#2 - Lo que una figura africana enseñó a Picasso (y a mí) sobre creatividad
Cómo un paseo por Montmartre y la historia detrás del ‘Retrato de Gertrude Stein’ me ayudaron a entender el poder de explorar lo desconocido
Tengo que reconocer que nunca fui muy fan de Picasso (hasta ahora). Pero tiene un motivo. No conocía en profundidad su historia ni el proceso artístico por el que pasó durante su carrera. Igual es que conocer las profundidades de las cosas es lo que nos genera un amor y una admiración hacia ellas. Lo que de verdad importa está en lo profundo y no en lo superficial. Y yo a Picasso sólo lo conocía superficialmente.
En febrero de este año hice mi primer solo-trip. Elegí París porque recomiendan que el primer solo-trip que hagas debe ser a un lugar al que sabes que, lo que vayas a hacer, te va a gustar. París, la ciudad del arte y del amor. Y en ese momento yo necesitaba mucho de ambas cosas.
Ese viaje me cautivó en muchos sentidos. No sólo en el ámbito personal y emocional si no que aprendí mucho sobre arte en los tours que fui haciendo. Creo que cuando vamos solos a contemplar arte, lo vivimos de una forma diferente. Somos nosotros contra algo que nos genera un sentimiento o una emoción y creo que ese intercambio lo percibimos de una manera diferente cuando lo hacemos sin compañía. Como si se creara un momento íntimo que queda entre tú y lo que sea que estés observando.
Resulta que en uno de estos tours que menciono que hice por Montmartre me hablaron mucho de cómo fue la vida de Picasso mientras vivió en sus maravillosas calles y hubo una historia que me fascinó. La historia del “Retrato de Gertrude Stein”.
Por dar un poco de contexto, Gertrude Stein era una joven estadounidense adinerada que se instaló en París en 1903. Su apartamento, ubicado en el corazón de Montmartre, se convirtió en un punto de encuentro para artistas de esa época.
Gertrude actuaba de mecena y, en este tiempo, ella y Picasso construyeron una relación de amistad muy estrecha. Una admiración casi obsesiva de Stein hacia el pintor marcó los primeros años de su relación. Tanto que quiso que la retratara.
Picasso le dijo que no le llevaría mucho tiempo hacer este cuadro. Lo cierto es que Gertrude Stein tuvo que posar más de ochenta veces. El motivo de que se alargara tanto era porque Picasso decía "No consigo verla cuando la miro". Esta frustración y lucha artística consiguieron remover algo en Picasso y hacer que iniciara un proceso de búsqueda de inspiración. Esta búsqueda lo estaba acercando a su tan conocido cubismo.
En uno de sus encuentros del día a día en el apartamento de Gertrude Stein acudió también el pintor Henri Matisse que llevó consigo un objeto inusual y exótico que había adquirido en una tienda de antigüedades. Era una pequeña figura Vili, originaria de un pueblo bantú de África Central. Picasso, con su mirada análitica y observadora de artista, quedó cautivado por la forma de la escultura.
A partir de aquí, a Picasso se le abrió un abanico muy amplio en el que explorar. Analizaba máscaras y objetos africanos descubriendo en ellos un sentido sagrado y mágico que trascendía lo estético. Le llamaba mucho la atención el poder transformador que estos objetos tenían sobre quienes los observaban.
«Le había ayudado a comprender que su propósito como pintor no consistía en entretener con imágenes decorativas, sino en mediar entre la realidad percibida y la creatividad de la mente humana, para liberarla del miedo a lo desconocido dándole forma», cuenta en primera persona la propia Gertrude Stein en la Autobiografía de Alice B. Toklas
Picasso consiguió terminar el retrato de Gertrude Stein sin volver a pedirle que posara, lo hizo de cabeza gracias a la gran influencia que había tenido con estos objetos. Se puede ver claramente en la forma del rostro cómo se asemeja a este tipo de máscaras.
Esta historia me hizo conectar mucho con el artista y encontrar similitudes en los propios procesos creativos que, como diseñadora de producto, muchas veces atravieso. Es clave tener una mente abierta a explorar nuevas forma de observar y dejarse influenciar por nuestro entorno. He tenido momentos en los que, atascada en alguna fase de ideación, he conseguido dar con la clave haciendo otras cosas muy alejadas de estar sentada delante del portátil peleándome con un concepto que no terminaba de coger forma.
En el fondo, todos tenemos nuestras propias 'máscaras africanas' que nos abren nuevas puertas: esos estímulos inesperados que transforman la forma en que vemos, pensamos y creamos. Picasso encontró su chispa en Montmartre; yo la encontré en un paseo por sus mismas calles, en soledad. ¿Y tú? ¿Dónde encuentras tu inspiración cuando más la necesitas?
Gracias por sentarte conmigo en este círculo. Nos leemos en la próxima edición de Tagoror, donde seguiremos explorando cómo el diseño y otras artes nos conectan con lo profundo. Hasta entonces, ¡felices exploraciones! ✨
Bibliografía
Los enlaces que han sido consultados para la redacción de este post.
Marta, ¡qué historia tan bonita y qué bien contada!
Me encanta esta historia. Hay algo que hace click siempre que se viaja sola, no?